Furias desatadas by Richard Morgan

Furias desatadas by Richard Morgan

autor:Richard Morgan [Morgan, Richard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T00:00:00+00:00


VEINTICINCO

Brasil y yo nos encontramos en la playa más tarde.

Salió chapoteando del agua con la tabla bajo el brazo, vestido solo con unos pantalones cortos, tejido cicatrizal y botines de espray, y escurriéndose el mar del pelo con la mano libre. Alcé el brazo y lo saludé, y él vino corriendo hacia mí. Toda una hazaña, tras las horas que había pasado en el agua. Cuando me alcanzó, apenas se le notaba el esfuerzo en la respiración.

Lo miré entrecerrando los ojos por el sol.

—Parece divertido.

—¿Quieres probar? —Acarició la tabla de surf y me la ofreció. Ningún surfista hace eso, no con una tabla que le pertenezca desde hace más de un par de días. Y esa parecía más vieja que la funda que cargaba con ella.

Jack Soul Brasil. Hasta en Playa Vchira seguía siendo único.

—Gracias, paso.

Se encogió de hombros, clavó la tabla en la arena y se dejó caer a mi lado salpicando gotitas.

—Como quieras. Hoy hay buenas olas. Nada demasiado intimidante.

—Para ti debe de ser aburrido.

—Bueno, esa es la trampa, ¿no? —repuso con una amplia sonrisa.

—¿Sí? —Sí. —Hizo un gesto hacia el mar—. Lo suyo es entrar en el agua y aprovechar las olas como vengan. Si pierdes eso, ya puedes volverte a Newpest y abandonar Playa Vchira para siempre.

—¿Llegan muchos así? —pregunté.

—¿Quemados? Sí, algunos. Pero está bien que se vayan. Son los que se quedan los que duele mirar.

Eché un vistazo al tejido cicatrizal de su pecho.

—Eres un tío sensible, Jack.

Sonrió hacia el mar.

—Lo intento.

—Por eso no te va el rollo de los clones, ¿no? ¿Mejor llevar cada funda como venga?

—Aprender a conocer cada funda como venga —me corrigió con suavidad—. Sí. Además, no veas lo caro que se ha puesto ahora almacenar los clones, incluso en Newpest.

—Eso no parece preocuparles mucho a Ado o a Tres.

Sonrió de nuevo.

—Mari tiene una herencia que gastar. Sabes cuál es su verdadero nombre, ¿verdad?

—Sí, lo recuerdo. ¿Y Tres?

—Sierra conoce a gente del ramo. Cuando los demás dimos carpetazo a lo de los Bichitos, ella siguió trabajando un tiempo para los haiduci. Le deben unos cuantos favores en Newpest.

Lo recorrió un leve escalofrío que se agudizó y le estremeció los hombros, y, de pronto, estornudó.

—Veo que seguís metiéndoos esa mierda. ¿Por eso Ado está tan delgada?

—Ado está delgada porque quiere. —Su expresión era extraña—. Lo que haga para estarlo es asunto suyo, ¿no crees? Me encogí de hombros.

—Claro. Era solo curiosidad. Creía que a estas alturas ya os habríais hartado de autoinfectaros.

—Bueno, a ti nunca te gustó, ¿no? Recuerdo que la última vez que estuviste aquí, Mari intentó venderte una remesa de GHA que teníamos. Siempre has sido un poco puritano al respecto.

—Es solo que nunca le he visto la gracia a enfermar por diversión. Pensé que, como médico titulado, serías más listo.

—Te lo recordaré la próxima vez que compartamos bajonazo de tetrameta. O resaca de whisky de malta.

—No es lo mismo.

—Tienes razón. —Asintió con expresión sensata—. Esa mierda química es de la Edad de Piedra. Estuve utilizando la gripe de Hogar



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